En ningún momento de la vida nacional relucen tanto nuestros altares nacionalistas como cuando se acercan unas elecciones. En esos momentos todos adoramos al mismo santo: la nación. Los candidatos, en su manera muy particular, hacen lo posible por convencernos de que ellos son el mejor camino para hacer de nuestro pais una mejor nación, o una mejor provincia, o una mejor comunidad o municipio. Como ya se escuchan desde hace días los anuncios y propagandas de varios candidatos municipales (al igual que candidatos al congreso), sería bueno explorar un poco el significado de ser nación, para que podamos colocar mejores expectativas sobre aquellos que aspiran a dirigirla.
De acuerdo a Benedict Anderson una nación es "una comunidad política imaginada." No imaginaria—como un cuento, una historia o una ficción—sino "imaginada," o sea, concebida en la mente de sus ciudadanos como existiendo de una u otra manera. Uno puede imaginarse a una nación de varias maneras, ya sea en base a lo que es o en base a lo que no deseamos que sea. Por ejemplo, muchos dominicanos desearían que nuestra nación fuera como los Estados Unidos de Norteamérica mientras al mismo tiempo no les gustaría que fuera como Haití.
El fallecido presidente de la Cámara de Diputados de los Estados Unidos, Tip O'Neill, decía que "toda la política es local." O sea, que la nación como comunidad política imaginada puede ser más francamente observada a través de la política local, en sus municipios, porque ellos son la representación minima del sistema democrático representativo. No vivimos en una democracia, sino en una democracia representativa que no es lo mismo ni se escribe igual, aparte del hecho de que nuestros "representantes" (los diputados y senadores) realmente no nos representan sino que representan intereses partidarios y personales y como tales son elegidos por las estructuras partidistas que le dan acceso al poder. Como resultado tales "representantes" están allí primero para representar su partido, luego a sus tendencias dentro del partido, también a sus intereses particulares y, finalmente, a lo que ellos se imaginan que deben servir. Pero lo que ocurre a nivel nacional no es diferente a lo que ocurre en el nivel local, porque nuestros municipios son el microcosmo de la nación grande y el lugar donde los políticos de nivel nacional aprendieron sus mañas y artimañas.
La definición de nación como comunidad "imaginada" parte del hecho de que no todos los ciudadanos y ciudadanas se conocen entre sí, sino que se imaginan que se conocen al pensar que tanto sus buenos sueños como sus pesadillas son compartidas. Por eso es que la nación en su forma imaginada se proyecta horizontalmente, ya que nos acercamos a todo el mundo dentro de nuestras fronteras como iguales, amparados bajo una misma nacionalidad, aunque en realidad hay muchas diferencias internas y, en el caso de la sociedad dominicana, muchas diferencias creadas en base a clases socio-económicas, al color de la piel, a la ascendencia étnica, al nivel académico y profesional y hasta al género.
Si la política es realmente local y si actuamos en base a lo que imaginamos que debería ser para todo el mundo, ¿qué deducimos de la situación actual en Las Terrenas? Como decíamos en un artículo anterior, nos encontramos en una encrucijada política ya que la comunidad nuestra se ha transformado en los últimos años mientras que las estructuras políticas siguen arraigadas en dinámicas de antaño, como la preponderancia de las influencias familiares en el manejo de posiciones electivas y en el tráfico de influencias politicas y económicas. Parecería que ese empecinamiento en mantener las cosas tal como han sido coloca a Las Terrenas en una posición altamente indeseable y forzosamente dirigida hacia el pasado que ya no es, mientras el futuro que aún no es falta por imaginarse. Como resultado vivimos en una comunidad imaginada carente de imaginación porque los politicos todavía no saben hablar en base a un bien común y futuro, sino en base a privilegios y posiciones pasadas y arcaicas.
Si nos imaginamos una comunidad progresista, sana, justa y de un alto nivel de calidad de vida para la mayor cantidad posible de ciudadanos no podremos llegar a ella sin romper con los lazos que nos atan al pasado. Parecería como si la antigua comunidad de pescadores está en riezgo de permanecer anclada usando un lazo demasiado corto mientras la marea sube y la amenaza con hacerla zozobrar o encallar. Nos hace falta romper con esos lazos limitantes y mudarnos a mejores aguas sin abandonar ni las lecciones aprendidas en el pasado ni sus logros más notables.
Sigo pensando que el mejor futuro para Las Terrenas es una realidad como ninguna otra, una realidad imaginada que trascienda los intereses partidaristas o tendencistas. Para llegar allí harían falta tres cosas. Primero, que todos aquellos que actualmente no están capacitados para votar localmente cambien sus registros electorales para que puedan hacerlo. De esa manera tendrán una incidencia deseada e inesperada en el destino futuro del lugar donde viven, trabajan y producen. Segundo, que candidatos con preparación, visión, capacidad y honradez se unan en pos del bien común sin importar partido o tendencia. Eso ayudaría a producir la sinergía necesaria para cambios radicales, transformadores y necesarios. Y tercero, que los candidatos actuales formalicen y comuniquen sus plataformas políticas, para que el electorado sepa hacia dónde piensan dirigirse y puedan decidir entonces por quién votar no en base a populismo o a la compra directa o indirecta de votos, sino en base a los méritos del candidato o de la candidata y de su plataforma de trabajo. ¿Cómo podríamos imaginarnos un futuro como comunidad local si no abandonamos de una vez y para siempre el gato entre macuto de candidatos que prometen tanto sin decir nada.
Sabemos que vivimos en una comunidad peligrosamente arcaica y anticuada dadas las ausencias de informes financieros, de ediles que representen los mejores intereses del pueblo y cuando hay evidencia de destrucción y abandono de los bienes del pueblo, todo en nombre de la democracia y del tráfico de influencias. Partimos de la realidad que conocemos y es por eso que tenemos que imaginarnos nuevas realidades para poder llegar a una mejor comunidad real.
De acuerdo a Benedict Anderson una nación es "una comunidad política imaginada." No imaginaria—como un cuento, una historia o una ficción—sino "imaginada," o sea, concebida en la mente de sus ciudadanos como existiendo de una u otra manera. Uno puede imaginarse a una nación de varias maneras, ya sea en base a lo que es o en base a lo que no deseamos que sea. Por ejemplo, muchos dominicanos desearían que nuestra nación fuera como los Estados Unidos de Norteamérica mientras al mismo tiempo no les gustaría que fuera como Haití.
El fallecido presidente de la Cámara de Diputados de los Estados Unidos, Tip O'Neill, decía que "toda la política es local." O sea, que la nación como comunidad política imaginada puede ser más francamente observada a través de la política local, en sus municipios, porque ellos son la representación minima del sistema democrático representativo. No vivimos en una democracia, sino en una democracia representativa que no es lo mismo ni se escribe igual, aparte del hecho de que nuestros "representantes" (los diputados y senadores) realmente no nos representan sino que representan intereses partidarios y personales y como tales son elegidos por las estructuras partidistas que le dan acceso al poder. Como resultado tales "representantes" están allí primero para representar su partido, luego a sus tendencias dentro del partido, también a sus intereses particulares y, finalmente, a lo que ellos se imaginan que deben servir. Pero lo que ocurre a nivel nacional no es diferente a lo que ocurre en el nivel local, porque nuestros municipios son el microcosmo de la nación grande y el lugar donde los políticos de nivel nacional aprendieron sus mañas y artimañas.
La definición de nación como comunidad "imaginada" parte del hecho de que no todos los ciudadanos y ciudadanas se conocen entre sí, sino que se imaginan que se conocen al pensar que tanto sus buenos sueños como sus pesadillas son compartidas. Por eso es que la nación en su forma imaginada se proyecta horizontalmente, ya que nos acercamos a todo el mundo dentro de nuestras fronteras como iguales, amparados bajo una misma nacionalidad, aunque en realidad hay muchas diferencias internas y, en el caso de la sociedad dominicana, muchas diferencias creadas en base a clases socio-económicas, al color de la piel, a la ascendencia étnica, al nivel académico y profesional y hasta al género.
Si la política es realmente local y si actuamos en base a lo que imaginamos que debería ser para todo el mundo, ¿qué deducimos de la situación actual en Las Terrenas? Como decíamos en un artículo anterior, nos encontramos en una encrucijada política ya que la comunidad nuestra se ha transformado en los últimos años mientras que las estructuras políticas siguen arraigadas en dinámicas de antaño, como la preponderancia de las influencias familiares en el manejo de posiciones electivas y en el tráfico de influencias politicas y económicas. Parecería que ese empecinamiento en mantener las cosas tal como han sido coloca a Las Terrenas en una posición altamente indeseable y forzosamente dirigida hacia el pasado que ya no es, mientras el futuro que aún no es falta por imaginarse. Como resultado vivimos en una comunidad imaginada carente de imaginación porque los politicos todavía no saben hablar en base a un bien común y futuro, sino en base a privilegios y posiciones pasadas y arcaicas.
Si nos imaginamos una comunidad progresista, sana, justa y de un alto nivel de calidad de vida para la mayor cantidad posible de ciudadanos no podremos llegar a ella sin romper con los lazos que nos atan al pasado. Parecería como si la antigua comunidad de pescadores está en riezgo de permanecer anclada usando un lazo demasiado corto mientras la marea sube y la amenaza con hacerla zozobrar o encallar. Nos hace falta romper con esos lazos limitantes y mudarnos a mejores aguas sin abandonar ni las lecciones aprendidas en el pasado ni sus logros más notables.
Sigo pensando que el mejor futuro para Las Terrenas es una realidad como ninguna otra, una realidad imaginada que trascienda los intereses partidaristas o tendencistas. Para llegar allí harían falta tres cosas. Primero, que todos aquellos que actualmente no están capacitados para votar localmente cambien sus registros electorales para que puedan hacerlo. De esa manera tendrán una incidencia deseada e inesperada en el destino futuro del lugar donde viven, trabajan y producen. Segundo, que candidatos con preparación, visión, capacidad y honradez se unan en pos del bien común sin importar partido o tendencia. Eso ayudaría a producir la sinergía necesaria para cambios radicales, transformadores y necesarios. Y tercero, que los candidatos actuales formalicen y comuniquen sus plataformas políticas, para que el electorado sepa hacia dónde piensan dirigirse y puedan decidir entonces por quién votar no en base a populismo o a la compra directa o indirecta de votos, sino en base a los méritos del candidato o de la candidata y de su plataforma de trabajo. ¿Cómo podríamos imaginarnos un futuro como comunidad local si no abandonamos de una vez y para siempre el gato entre macuto de candidatos que prometen tanto sin decir nada.
Sabemos que vivimos en una comunidad peligrosamente arcaica y anticuada dadas las ausencias de informes financieros, de ediles que representen los mejores intereses del pueblo y cuando hay evidencia de destrucción y abandono de los bienes del pueblo, todo en nombre de la democracia y del tráfico de influencias. Partimos de la realidad que conocemos y es por eso que tenemos que imaginarnos nuevas realidades para poder llegar a una mejor comunidad real.
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